sábado, 27 de septiembre de 2008

Obama VS McCain



MIAMI - Las caras sonrientes de los rivales duraron poco. Tras el apretón de manos y las poses para las cámaras, Barack Obama y John McCain comenzaron el primer debate presidencial rumbo a la Casa Blanca.

Obama atacó primero


El primer 'jab' lo dio el aspirante demócrata al referirse a la "fracasada política económica" del actual gobierno durante los últimos ocho años, cuando se abrió el debate y el moderador preguntó por las posturas de cada uno frente a la recuperación económica.

Era obvio que Obama aludía a que McCain ha hecho parte del actual gobierno, como representante del Partido Republicano y ha apoyado las políticas de Bush.Pero McCain no se quedó atrás y aunque trastabilló, luego atacó con un 'recto' a Obama, al acusarlo de que se ha gastado casi mil millones de dólares en fondos reservados por el Congreso, dinero que consideró un desperdicio que sólo apoyaba a simpatizantes, y criticó que cortó esas entradas sólo después de que el demócrata se postuló para la presidencia.

Obama volvió a ir al ataque cuando llegó el tema sobre la guerra: "¿Para qué hemos ido a Irak?", dijo el candidato demócrata y criticó el excesivo gasto de dinero y que se han perdido demasiadas vidas en una guerra que no está clara. Enseguida McCain acusó a Obama por no reunirse con el general Petraeus.Contraataque de McCainMcCain puso en aprietos nuevamente a su rival al señalar que Obama afirmó en ocasiones anteriores que se sentaría a hablar con el presidente iraní, Ahmadineyah, y otros mandatarios como Chávez y Raúl Castro, quienes denigran de Estados Unidos.Así transcurrió el debate: ambos contendientes acusándose de una u otra manera, especialmente en proyectos de ley referidos a los impuestos y los beneficios para empresas petroleras, temas que han dominado la campaña en las últimas semanas.Lo interesante de los debates presidenciales en Estados Unidos es que pueden encumbrar a un candidato o condenarlo a la derrota, pero eso a veces depende de factores tan simples como un gesto o una agudeza improvisada, más que de sus propuestas políticas o su saber. Por eso ninguno se quiere ni se puede equivocar.

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